Ella. Piel tibia y sentimientos cálidos. Única vestimenta. Su cabello tan negro como la mismísima noche. Algo de carmín rojo que la hace más interesante. Nunca atractiva. Ni ella misma puede denominarse así. Sus ojos tan claros como su alma. Tan llena de paz. Caricias que eliminan la tristeza de algunos. Mirada feliz. Cariño que supura por cada uno de los poros de su cuerpo. Marmóreo y lleno de aroma a miel. Mil y un problemas instalados en su cabecita de niña loca. Viviendo en un mundo que le viene chico. Gigantón. Pequeña se siente al verse rodeada. Darse la vuelta y ver lo que ella esperaba ver. Políticamente correcta. Correcta existencia. Podrías encontrarla en cualquier esquina esperando lo posible. Podrías buscarla entre los sueños que nunca cumpliste. También cabría la posibilidad de que no existiera. Pero por mucho que sea inimaginable, ella si está. Si que pasea por las calles de una ciudad vacía. Dejaría aquí su propia vida para ser la de otra persona. Para que nunca lloraran los ojos de alguien que nunca se la mereció. O que tal vez sí. Tal vez está donde el ojo humano nunca llegará. Olvidándose del mundo. Dejándose alzar hacía un pedestal que nunca llevó su nombre. No me preguntes donde está. No lo sé. Quiero saberlo. Prefiero pensar que está donde merece. Prefiero dejar escapar la posibilidad de que ella nunca recibirá lo que merece. Que a pesar de todo existirá siempre.
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